Literarte

Sitio que recoge algunos de los cuentos cortos del autor José O. Alvarez, Ph.D.
Descargue gratis sus libros Pulse aquí.

sábado, septiembre 02, 2006

Buscando empleo


Por José O. Alvarez

Sentado solo, en mi destartalada oficina de la Universidad de Yoayo, adonde me enviaron las envidiosas cacatúas del departamento de lenguas exóticas, luego de ser nominado profesor del año por varios años consecutivos, llegó una escuálida mujer vestida de negro, con un bolso negro raído como la expresión de su cara. Los profundos surcos de su frente me recordaron los rostros curtidos del habitante de las estepas.

-Quiero enseñar alemán –me dijo con voz de hombre-. El marcado acento, que retumbó por los pasillos, lo sentí como la marcha de los ejércitos en la película Thiumph of the Will de Leni Reifenstahl.

La invité a sentarse y lo hizo con desgano, como si no hubiera probado alimento desde hacía una eternidad.

-Yo ya no soy el coordinador –le dije sin convencimiento, igualando su falta de energía-, me han degradado. Tal vez quieran sustituirme por alguien que esté al subterráneo nivel que exigen abúlicos alumnos.

Me di cuenta que estaba agobiada de problemas y que cargarla con los míos era aplastarla con el peso.

-Entonces... ¿con quién debo hablar? –dijo con voz de recluta. Posiblemente un desfile de hambre cruzó por su mente.

-Ahora lo coordina una intransigente lesbiana, -le contesté levantando los hombros como lo hacen los condenados a la horca.

Su mirada atravesó como una bala los estadios de la sublevación a la sumisión.

-Era lo único que me faltaba –dijo y su cuerpo cayó sobre la silla como reino que claudica.

En esa posición relajada noté cierto estado de gracia. Una especie de áurea la envolvía. Los surcos que le cicatrizaban la cara se fueron desvaneciendo poco a poco hasta adquirir una belleza virginal.

Por primera vez en mi vida, un sentimiento de ternura y bondad se apoderó de mí y hasta un destello de amor que sobresaltó mi corazón se unió a los rayos que empezaron a brotar de su hermoso cuerpo.

-Si habla español –le dije conmovido hasta el alma-, le puedo ceder mi puesto. Total, luego de lo que me han hecho, se me han quitado las ganas de enseñar una lengua en proceso de corrupción.

Como elevada a la divina esencia la mujer se llenó de la gracia que tienen las rosas místicas que resplandecen como estrellas en la aurora.

-No esperaba esta respuesta. Era la última puerta que pensaba tocar. A pesar de haber tenido todo el poder del universo, ahora me encuentro peor que un habitante de Biafra-, me dijo haciendo el gesto de abrazarme.

A pesar de las ganas que me dieron no sólo de dejarme abrazar sino de ampararla de caricias, no dejé de pensar que era una loca enviada por mi amigo el siquiatra que le gusta curar sus depresiones suicidas con bromas de este talante.

-He sido expulsada del paraíso. Gente diabólica me ha degradado como a usted y ando en busca de trabajo –dijo recuperando una energía celestial.

Al ver que titubiaba entre la lujuria y la veneración, colocó su mano extendida en el pecho y emulando con el índice al Sagrado Corazón, con una voz que emanaba timbres celestiales, dijo:

-Yo soy Dios.