Literarte

Sitio que recoge algunos de los cuentos cortos del autor José O. Alvarez, Ph.D.
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martes, octubre 10, 2006

La V de la Victoria

Por José O. Alvarez

Motivado por el aleluya de la guerra, el sentimiento por la patria arde en los corazones de John y Bill.

Sobrios como jueces de circuito entran a «Hooligan Tavern». La grasienta cara del tabernero les da la bienvenida. Una sonrisa lambona que reparte por doquier disimula sus ojos sancochados. Hacen la V mientras se sientan.

–... pues dos Heineken –gruñe agresivamente John al cuestionamiento que el tabernero les hace con el sebo que centellea en la penumbra.

Panean 270 grados con las cejas contrariándose. Garbo, parla y gestos afirman repetidamente el marítimo balanceo de pandilleros de tierra firme. El ambiente está agitado. La emoción patriotera es desbordante. El aire de triunfo nubla la cortina de humo del cigarro y de las risotadas. Las banderas del imperio ondean por todos lados y opacan las miradas de soslayo de ese bar para dar paso a una cálida hermandad apuntalada en la sed justiciera.

Los televisores anuncian la gran cruzada contra el maligno desplegando todos los condimentos militares, financieros y tecnocráticos.

–Vamos a darles palo a ...

–Bien merecido lo tienen ...

–Palo no. Candela.

Tin, repiquetean las botellas que desocupan en un santiamén, como si sus vidas dependieran de ese instante.

–Eso... Candela.

El unísono de sus voces suena como un eco al sentir general. Bill da su asentimiento cuando la V de la mano derecha de John se levanta. Con arrogancia, cubre los 360 grados de ese antro que por un momento deja de ser cueva de alimañas para convertirse en tierra de vencedores. La sed no es solo de justicia divina. Los guargüeros celebran de antemano la victoria con cebada fermentada.

El sebo se agita más y más como rayo láser. El tabernero sale de su escondite y sirve una y otra vez para aplacar la V que se levanta aquí y allá.

La cortina de humo se vuelve niebla de sepulcro. Dos espantos con cara de desierto entran al bar. La barba y las cejas espesas les carcomen la cara. El más atrevido panea 180 grados, se limpia un diente con el meñique, carraspea y dispara un escupitajo que penetra la humareda y rueda en el polvo de la pista.

Mientras se limpia la boca con el dorso de la mano derecha, con la izquierda hace la V.

Nadie dice esta boca es mía. Todos saben que al otro día las noticias hablarán por treinta segundos de dos seres con cara de beduinos aplastados por una paliza de fantasmas que se dieron a la fuga.