Literarte

Sitio que recoge algunos de los cuentos cortos del autor José O. Alvarez, Ph.D.
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domingo, septiembre 17, 2006

Sherezado

Por José O. Alvarez

Luis Miranda me sugirió que leyera algunos cuentos de mi libro de “Cuentos de vida, muerte y resurrección” en la Librería Sésamo de Coral Gables con el fin de conseguir algunos pesos para no ser degollado por el sultán de la vida.

En su transformación ejecutiva luego de haberse cortado la cola, éste era uno de sus primeros pasos firmes con los que piensa lanzar al mundo de los bestsellers las obras de los que integramos la diáspora.

A las ocho de la noche ya el local estaba copado de muchos amigos que habían ido dispuestos a colaborar en el empeño. Comenzado el acto, se hizo presente una horda de personajes como salidos de Las mil y una noches. Ocuparon la mesa que Martha, disfrazada de concubina de harem, había servido con antojitos, uvas, nueces, vinos, y todas esas cosas que en los 50.000 emails que Luis había enviado aparecían con el sofisticado nombre de hors d’oeuvres.

La lectura de los cuentos pretendía despertar el interés de la audiencia para que comprara el libro. Cuando pensaba que ya era hora de dar por terminada la sesión, precisamente en el momento que estaba en su clímax, un sonido de cimitarras hizo temblar los hors d’oeuvres. Mientras se alisaban la barba, con miradas penetrantes los extraños personajes exigieron que siguiera con la lectura.

Un vago presentimiento había tenido la noche anterior cuando desde el bote bicicleta en que me monto para hacer ejercicios vi una luna árabe flotando en el infinito azul pascaliano. Llegué a sentir que el espíritu de Sherezada me invadía y en el leve sonido que el viento producía sobre las aguas del lago alcancé a distinguir que me susurraba al oído su promesa de acompañarme la siguiente noche en la presentación de mi libro.

Una semana antes también otra premonición había sentido el día que Fernando Piraquive, coordinador de la principal revista de cuentos en la red, me buscó en la Universidad de Yoayo donde dicto clases de literatura y me dio unas claves para "posicionar" (ese era su insistente verbo) mis cuentos en el mundo ciberespacial y de esa forma engordar el enjuto salario que se reflejada en mis carnes secas.

Cuando me encontraba leyendo el cuento "Voces sin voz", un súbito estremecimiento se posesionó de mí y me quedé mudo. Era como si el hechizo de la sacerdotisa del amor rondara en la tertulia contradiciendo su radical promesa de no participar en ningún evento donde estuviera presente el Cacique de Bolombolo. Tuve que recurrir a la ayuda del cacique, quien con voz impostada y pose de actor copiada de Víctor Mallarino, siguió leyendo otros cuentos hasta que volví a recuperarla al aspirar el vapor de un brebaje que luego me hizo beber el antropólogo Miguel Ángel Bernal quien lo aprendió de los chamanes del Amazonas.

Cuando el primer rayo de la madrugada se estrelló contra la ventana, los visitantes se miraron aterrados. En tropel salieron a la calle donde los esperaban sendas limusinas negras que montaron antes que la mañana los asaltara. En la calle los vimos alzar vuelo rumbo hacia el oriente.

Al querer entrar de nuevo a la librería ésta se había cerrado. Alguien que posiblemente había quedado embrujado por el nocturno arábico se le ocurrió decir lo que por lógica cualquiera hubiera dicho: ¡Ábrete Sésamo! Esa frase fue la llave que nos permitió entrar a la librería.

Asombrados, con las mandíbulas desencajadas como las de bobo detrás de tapia pueblerina, la vimos convertida en la cueva de Alí Babá, llena de baratijas que simulaban joyas y objetos preciosos.

Fiel a la nueva senda que se había trazado y dejando el asombro a un lado, Luis insinuó a los presentes que mi libro estaba a la venta.

Ocupados en satisfacer su curiosidad frente a esa infinita parafernalia arabesca, ninguno le hizo caso.