Literarte

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lunes, septiembre 11, 2006

Omnipresencia

Por José O. Alvarez

–¿Estás aquí, allá o acullá? –me preguntan al mismo tiempo Héctor, Juán Pablo y Freda.

Esa pregunta me produce pánico al constatar que mis carnes acostumbradas a compartir un tiempo y un espacio señalados están ahora en tres partes.

El vértigo que siento al subvertir la medida del espacio es un absurdo para un simple mortal como yo, que al hacerlo se enmanguala con la ubicuidad de los dioses.

El ayer, el hoy y el mañana, no me producen temor porque ya los he develado descubriendo sus secretos. Por esa razón había aceptado tiempo atrás participar en las lecturas que realizan los escritores de la diáspora en las librerías de Barnes and Nobles de Coral Gables, Kendall y Plantation, en el Estado del Sol. En ese momento no me di cuenta que comprometía mi presencia con un futuro ubicuo que ahora me tiene tripartido.

Por eso si me preguntas de nuevo dónde estoy te puedo asegurar que ahora mismo te presento a ti Héctor Vallés, aquí en Coral Gables; a ti Juan Pablo Salas, aquí en Kendall, y a ti Freda Mosquera, aquí en Plantation.

Esta relación lineal de un hecho simultáneo me impide adentrarme en los vericuetos de la obra de cada uno de ustedes estimados compañeros. Creerán que he cometido una injusticia al dejar a la escritora de último en esta relación. Para evitar cismas en el seno de la diáspora quiero aclarar que este orden obedece más al orden temporal en que ustedes me solicitaron que los presentara, y no a supuestas manipulaciones que se entroncan más con el manoseado tema de congresos académicos cegados con géneros e identidades reivindicadoras.

Por otro lado, no quiero estropear la lectura de tu libro Héctor que has llamado "Memorias del sanatorio" con disquisiciones sobre el mundo de la sinrazón razonada; ni del tuyo Juan Pablo, esas "Crónicas del último colombiano" desplazado de su amado espacio telúrico; mucho menos tus "Cuentos de seda y de sangre", Freda, donde el erotismo se derrama a borbotones. Prefiero que los compren y los disfruten, porque están hechos para entretener y no para cambiar el mundo que de por sí cambia vertiginosamente.

Como el papel aguanta todo, en el Nuevo Herald aparecía mi nombre como presentador de ustedes tres a la misma hora en diferente lugar. Casi nadie se dio cuenta de ese entrecruce obnubilados por la amnesia del presentismo devorador.

Tu llamada Freda, para avisarme que me habías dado el honor de presentarte aquí esta noche y de que ibas a leer el anuncio en el programa Monitor de Caracol Radio, me alertó del entrecruce y me llenó de angustia cuando me dijiste que no te fuera a quedar mal con ese tono sensual de seda que emula a tus cuentos.

–"Acuérdate que serás el último colombiano al que recurra si me dejas plantado", me dijiste tú Juan Pablo, con un dejo de cordial amenaza que me hizo imaginar la recibida por el protagonista de tu obra en una llamada que entró por la otra línea mientras hablaba con Freda.

En el momento que hablábamos three way entró Héctor a apersonarse que cumpliría el compromiso de presentarlo.

A los tres les di el sí como novio que no sabe para dónde coger cuando está emboscado frente al altar al lado de una novia en cuyo vientre hace dos meses crece su semilla.

Afortunadamente un alma gemela con la mía, que logra trasladarse a dimensiones desconocidas, me prestó un cassette que conduce a la omnipresencia si uno se relaja a profundidad y se auto–hipnotiza.

Aunque el espíritu es el que logra fraccionarse para viajar a donde uno quiera y azuzado por el compromiso contraído, me di a la tarea de lograr lo mismo con el cuerpo.

En la época de mi padre no se necesitaban leguleyos. De él aprendí que palabra dada, palabra sagrada, la cual no debe profanarse aunque para ello haya que romperse en pedazos con tal de cumplirla al pie de la letra.